(IDEA ORIGINAL DE ROBERTO ROCHA RODRIGUEZ)
En un cuarto cualquiera hay una cama, un buró, una silla, una mesa de madera con una cajetilla de cigarros y una botella de tequila comenzada.
Pedro está en el suelo y despierta sobresaltado. Observa a su alrededor, la ventana, el piso, la puerta el techo.
Un dolor de cabeza le traspasa las sienes, siente la saliva pastosa, la lengua reseca, las ideas tropiezan por su cabeza, mira a la cama y se asusta.
PEDRO: ¿Quién eres tú?, ¿qué haces en mi cama?, ¿ya me hice ‘del otro bando’?, ¿de la cofradía de ‘la mano caída’? No, no puedo creerlo, yo, yo te voy a…
MIGUEL: No grites inútil, ya cállate y déjame dormir.
Miguel se levanta ojeroso tallándose los ojos, despreocupado toma la botella y le da un trago y dice: “que buena parrandota, fue de miedo, para un año tal vez, sí, un año sin una gota de alcohol, alejado de la vida nocturna. Pero ya bájale a tus habladas ¿o. k?”.
PEDRO: Sabes lo que van a decir de mi, mi hombría puesta en duda, se van a burlar de mi a mis espaladas, me van a señalar, me apuntaran con el dedo…Lo peor es que no me acuerdo de nada.
MIGUEL: Calma, calma no pasó nada de lo que tú te imaginas, aunque por lo que dices se me hace que ya debes salir del closet. Yo si me acuerdo de todo, fíjate llegamos a hacer el trabajito, luego los dos salieron corriendo, yo me quedé contigo, despacio salimos por la puerta de atrás, nadie nos vió, venías asustado, tomaste de un trago media botella, de milagro no te dió una congestión.
PEDRO: ¡Ah sí!, ya recuerdo, claro tú cumpliste con tu faena, lo mataste ¿verdad?
Miguel con frialdad responde: “No, no lo hice”.
PEDRO: Pero como que no lo hiciste, lo dejaste vivo… ¿Sabes cómo nos va a ir?
MIGUEL: Es que no tuve la sangre fría para matarlo…Me faltó valor.
PEDRO: Entonces ¿qué clase de asesino eres tú?, para eso te pagan, tú te alquilaste para eso, no sabes en la bronca que nos has metido, los de la banda nos pueden encontrar de un momento a otro, óyelo bien, y por si fuera poco tenemos también a la policía buscándonos, y todo por tu culpa ¡imbécil!
MIGUEL: Es que…bueno no sabia en lo que me estaba metiendo, además nunca he matado a nadie…Tuve miedo, no puedo negarlo, perdóname…
PEDRO: ¡Perdóname, perdóname!
Pedro nervioso enciende un cigarro, toma la botella y le da otro buen trago.
PEDRO: El que debe perdonarte es “El Tuerto”, tu vida y la mía no valen ni dos cacahuates, tenemos un solo camino, huir, escondernos de por vida. Yo debería matarte.
MIGUEL: Te confesaré algo, yo no soy un asesino, estoy aquí por necesidad, ya me había cansado de andar mendigando. Yo estudié, soy Licenciado en Mercadotecnia pero no encuentro trabajo. Ya fui albañil, lavaplatos, mecánico, actor y escritor y no me alcanza para mi familia, soy casado y tengo dos niños y si se enferman ellos o mi esposa, ni te cuento. Además mis padres ya son viejos
Miguel calla, a punto de llorar se derrumba en la silla, el silencio sella el cuarto.
PEDRO: La familia, siempre la familia, en ellos debiste haber pensado antes de meterte en esto. ¡Maldición!, ¿qué será de ellos si te matan?, tus hijos serán una estadística más de los niños de la calle, tu mujer una prostituta más. Además para qué poblar más este mundo si ya nos lo estamos acabando, qué futuro señor, qué futuro.
MIGUEL: ¿Y tú, no tienes familia Pedro?
PEDRO: No, ni perro que me ladre. En este trabajo es mejor andar solo, no quiero que nadie sufra por mí, ‘el que a hierro mata ha hierro muere’, lo sé, pero es mejor que te vayas.
MIGUEL: Pero no puedo dejarte así. Esto es mi culpa, te perseguirán y cuando te encuentren…No, ni lo quiero imaginar.
PEDRO. Yo si sé de esto, cómo moverme, a dónde ir, qué hacer. Ahora es cuando usaré toda mi astucia, mi experiencia de años, solo puedo moverme con más facilidad que cargando a un novato como tú.
MIGUEL: No sabes Pedro cómo me arrepiento de todo esto, quise lograr un dinero fácil con la firme idea de darle a mi familia lo mejor, tienen derecho.
PEDRO: Ten esta tarjeta de crédito, aquí está la clave hay dinero suficiente para que vivan bien una temporada, lo único que te pido es que no lo derroches, adminístralo y disfrútalo…Pero ya vete, sal por la parte de atrás, que nadie te vea…Anda.
MIGUEL: Pero no, no puedo Pedro…Con esto que haces por mi y mi familia cómo te voy a dejar a tu suerte.
PEDRO: Yo sé lo que soy, un asesino a sueldo, un matón, yo le entro sin importarme peso ni talla, al fin pa’morir nacimos y por última vez te digo que te vayas…Vete o aquí mismo te mato.
Miguel toma la tarjeta que Pedro le da, le da un abrazo a Pedro y con los ojos llorosos sale corriendo, se escuchan balazos, Pedro se asoma a la puerta y cae muerto de certero balazo en el corazón.
En un cuarto cualquiera hay una cama, un buró, una silla, una mesa de madera con una cajetilla de cigarros y una botella de tequila comenzada.
Pedro está en el suelo y despierta sobresaltado. Observa a su alrededor, la ventana, el piso, la puerta el techo.
Un dolor de cabeza le traspasa las sienes, siente la saliva pastosa, la lengua reseca, las ideas tropiezan por su cabeza, mira a la cama y se asusta.
PEDRO: ¿Quién eres tú?, ¿qué haces en mi cama?, ¿ya me hice ‘del otro bando’?, ¿de la cofradía de ‘la mano caída’? No, no puedo creerlo, yo, yo te voy a…
MIGUEL: No grites inútil, ya cállate y déjame dormir.
Miguel se levanta ojeroso tallándose los ojos, despreocupado toma la botella y le da un trago y dice: “que buena parrandota, fue de miedo, para un año tal vez, sí, un año sin una gota de alcohol, alejado de la vida nocturna. Pero ya bájale a tus habladas ¿o. k?”.
PEDRO: Sabes lo que van a decir de mi, mi hombría puesta en duda, se van a burlar de mi a mis espaladas, me van a señalar, me apuntaran con el dedo…Lo peor es que no me acuerdo de nada.
MIGUEL: Calma, calma no pasó nada de lo que tú te imaginas, aunque por lo que dices se me hace que ya debes salir del closet. Yo si me acuerdo de todo, fíjate llegamos a hacer el trabajito, luego los dos salieron corriendo, yo me quedé contigo, despacio salimos por la puerta de atrás, nadie nos vió, venías asustado, tomaste de un trago media botella, de milagro no te dió una congestión.
PEDRO: ¡Ah sí!, ya recuerdo, claro tú cumpliste con tu faena, lo mataste ¿verdad?
Miguel con frialdad responde: “No, no lo hice”.
PEDRO: Pero como que no lo hiciste, lo dejaste vivo… ¿Sabes cómo nos va a ir?
MIGUEL: Es que no tuve la sangre fría para matarlo…Me faltó valor.
PEDRO: Entonces ¿qué clase de asesino eres tú?, para eso te pagan, tú te alquilaste para eso, no sabes en la bronca que nos has metido, los de la banda nos pueden encontrar de un momento a otro, óyelo bien, y por si fuera poco tenemos también a la policía buscándonos, y todo por tu culpa ¡imbécil!
MIGUEL: Es que…bueno no sabia en lo que me estaba metiendo, además nunca he matado a nadie…Tuve miedo, no puedo negarlo, perdóname…
PEDRO: ¡Perdóname, perdóname!
Pedro nervioso enciende un cigarro, toma la botella y le da otro buen trago.
PEDRO: El que debe perdonarte es “El Tuerto”, tu vida y la mía no valen ni dos cacahuates, tenemos un solo camino, huir, escondernos de por vida. Yo debería matarte.
MIGUEL: Te confesaré algo, yo no soy un asesino, estoy aquí por necesidad, ya me había cansado de andar mendigando. Yo estudié, soy Licenciado en Mercadotecnia pero no encuentro trabajo. Ya fui albañil, lavaplatos, mecánico, actor y escritor y no me alcanza para mi familia, soy casado y tengo dos niños y si se enferman ellos o mi esposa, ni te cuento. Además mis padres ya son viejos
Miguel calla, a punto de llorar se derrumba en la silla, el silencio sella el cuarto.
PEDRO: La familia, siempre la familia, en ellos debiste haber pensado antes de meterte en esto. ¡Maldición!, ¿qué será de ellos si te matan?, tus hijos serán una estadística más de los niños de la calle, tu mujer una prostituta más. Además para qué poblar más este mundo si ya nos lo estamos acabando, qué futuro señor, qué futuro.
MIGUEL: ¿Y tú, no tienes familia Pedro?
PEDRO: No, ni perro que me ladre. En este trabajo es mejor andar solo, no quiero que nadie sufra por mí, ‘el que a hierro mata ha hierro muere’, lo sé, pero es mejor que te vayas.
MIGUEL: Pero no puedo dejarte así. Esto es mi culpa, te perseguirán y cuando te encuentren…No, ni lo quiero imaginar.
PEDRO. Yo si sé de esto, cómo moverme, a dónde ir, qué hacer. Ahora es cuando usaré toda mi astucia, mi experiencia de años, solo puedo moverme con más facilidad que cargando a un novato como tú.
MIGUEL: No sabes Pedro cómo me arrepiento de todo esto, quise lograr un dinero fácil con la firme idea de darle a mi familia lo mejor, tienen derecho.
PEDRO: Ten esta tarjeta de crédito, aquí está la clave hay dinero suficiente para que vivan bien una temporada, lo único que te pido es que no lo derroches, adminístralo y disfrútalo…Pero ya vete, sal por la parte de atrás, que nadie te vea…Anda.
MIGUEL: Pero no, no puedo Pedro…Con esto que haces por mi y mi familia cómo te voy a dejar a tu suerte.
PEDRO: Yo sé lo que soy, un asesino a sueldo, un matón, yo le entro sin importarme peso ni talla, al fin pa’morir nacimos y por última vez te digo que te vayas…Vete o aquí mismo te mato.
Miguel toma la tarjeta que Pedro le da, le da un abrazo a Pedro y con los ojos llorosos sale corriendo, se escuchan balazos, Pedro se asoma a la puerta y cae muerto de certero balazo en el corazón.