EL QUE NO SALE NUNCA DE SU TIERRA ESTÁ LLENO DE PREJUICIOS
Llegan las vacaciones.
Llegan las vacaciones.
Me da igual. A estas alturas de la vida y con cuarenta y tres años a mis espaldas, sólo busco hacer lo correcto, seguir informando de todo cuanto veo, y acumular lo justo y necesario para seguir viajando. Y con ello, seguir escribiendo sobre esos sitios maravillosos del planeta que nos ha tocado vivir. Quizás me anime con un blog sobre ello, en breve, en cuanto haya acumulado más material gráfico.
Y es que, después de viajar por más de veintitrés países, y haber traspasado dos décadas en torno a la informática y luego lo relacionado con su seguridad, la fiebre por lo insólito ha regresado.
Y es que, después de viajar por más de veintitrés países, y haber traspasado dos décadas en torno a la informática y luego lo relacionado con su seguridad, la fiebre por lo insólito ha regresado.
En mi último viaje por varias islas del mar Adriático, y después de haber visitado Kórkula, el lugar donde habitó Marco Polo, en uno de mis paseos por la ciudad de Dubrovnik, en la Dalmacia, descubro en una tienda de anticuario el mapa de Piri Reis. Evidentemente es una réplica de esta carta de navegación elaborada por este almirante otomano en 1513, y que según consta, redactó en base a mapas de la época de Alejandro Magno. ¡Mapas que mostraban la costa de América y la Antártida!, uno de los cuales pudo usar Colón en su búsqueda de las “supuestas” Américas.
Pocos días después, al regresar a España, un amigo dice haber traído de Perú algunas de las piedras del desierto de Ocucaje, en Ica. Los gliptolitos de la discordia, los que la paleontología no quiere reconocer porque en ellos aparecen dinosaurios conviviendo con hombres. Los mensajes de los Viracocha, esa tribu precolombina que supuestamente grabó las piedras y que poseían conocimientos avanzados de medicina y astronomía. Abraham me muestra las piedras de la familia Uchuya, pero su tosquedad me hace dudar sobre las vistas en el Museo de Javier Cabrera.
A todo esto continúo preparando mi próximo viaje al desierto del Tassili, en octubre. Me espera una expedición conducida por tuaregs a uno de los desiertos más inhóspitos del planeta. 52 grados durante el día y -15 grados al alcanzar la noche. Un desierto plagado de moscas, en el que tienes que aprender a convivir con dos litros de agua diarios para aseo personal. Para hacerse una idea de lo terrible del clima, los últimos tuaregs abandonaron la meseta del Tassili en 1975. Pero lo que me espera allí es, sencillamente, maravilloso. Las pinturas rupestres del neolítico, las que descubrió Henry Lothe, y que muestran escenas de figuras negroides conviviendo con los llamados “cabezas redondas”, una suerte de buzos o gente con escafandra ¿en el Neolítico?
A modo de resumen y de conclusión, diré que esta sociedad tecnócrata se nos hace insignificante cuando echamos la vista atrás, a nuestra historia y pasado, plagada de acontecimientos tan importantes y con sucesos que no somos capaces de imaginar ahora.
Pocos días después, al regresar a España, un amigo dice haber traído de Perú algunas de las piedras del desierto de Ocucaje, en Ica. Los gliptolitos de la discordia, los que la paleontología no quiere reconocer porque en ellos aparecen dinosaurios conviviendo con hombres. Los mensajes de los Viracocha, esa tribu precolombina que supuestamente grabó las piedras y que poseían conocimientos avanzados de medicina y astronomía. Abraham me muestra las piedras de la familia Uchuya, pero su tosquedad me hace dudar sobre las vistas en el Museo de Javier Cabrera.
A todo esto continúo preparando mi próximo viaje al desierto del Tassili, en octubre. Me espera una expedición conducida por tuaregs a uno de los desiertos más inhóspitos del planeta. 52 grados durante el día y -15 grados al alcanzar la noche. Un desierto plagado de moscas, en el que tienes que aprender a convivir con dos litros de agua diarios para aseo personal. Para hacerse una idea de lo terrible del clima, los últimos tuaregs abandonaron la meseta del Tassili en 1975. Pero lo que me espera allí es, sencillamente, maravilloso. Las pinturas rupestres del neolítico, las que descubrió Henry Lothe, y que muestran escenas de figuras negroides conviviendo con los llamados “cabezas redondas”, una suerte de buzos o gente con escafandra ¿en el Neolítico?
A modo de resumen y de conclusión, diré que esta sociedad tecnócrata se nos hace insignificante cuando echamos la vista atrás, a nuestra historia y pasado, plagada de acontecimientos tan importantes y con sucesos que no somos capaces de imaginar ahora.
Pero lo bueno, es que una vez acostumbrado a este modo de vida, hay quienes como yo, se amoldan a tratar con quienes solo saben vivir del dinero, Internet y los beneficios de una sociedad acomodaticia. Y eso es lo que me trae sin cuidado. Porque vivo en ésta para ayudar sí, pero también para poder hacerme con lo necesario para poder viajar, echar la vista atrás, y contar lo que veo a otros.
Y si tú, que lees esto, tienes la oportunidad de viajar por este insólito planeta, házlo. Solo se vive una vez.
Por Carlos MesaDirector técnico de Seguridad Cero®
Por Carlos MesaDirector técnico de Seguridad Cero®
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